Héroes españoles

Con su sacrificio hicieron grande a España y con su ejemplo aún iluminan el camino para salir del egoísmo, la confusión y la cobardía de nuestros tiempos. Fueron grandes y fuertes, mucho más que nosotros, que les debemos reconocimiento permanente. ¿Hasta cuando, España, olvidarás a tus hijos más valientes?

Ceremonial en Homenaje a los Caídos por España

Lo demandó el honor y obedecieron,
lo requirió el deber y lo acataron;
con su sangre la empresa rubricaron
con su esfuerzo la Patria engrandecieron.
Fueron grandes y fuertes,
porque fueron fieles al juramento que empeñaron.
Por eso como valientes lucharon,
y como héroes murieron.
Por la Patria morir fue su destino,
querer a España su pasión eterna,
servir en los Ejércitos su vocación y sino.
No quisieron servir a otra Bandera,
no quisieron andar otro camino,
no supieron vivir de otra manera.

Capitán Legionario Pablo Arredondo

Legionario Pablo Arredondo
Fuente: Jesús Ballano Riera

CAPITÁN LEGIONARIO PABLO ARREDONDO

Este hombre excepcional natural de Baeza (Jaén), solo vivió 34 años.

Pablo Arredondo prestaba sus servicios en las Fuerzas Regulares de Ceuta pero, invitado por Millán-Astray, fundador de la entonces recién creada Legión, se incorporó a este cuerpo para dirigir la 1ª Compañía de la 1ª Bandera el 1 de Octubre de 1920. Millán-Astray le había prometido: “los mayores sufrimientos, peligros, posiblemente la muerte, pero también la gloria”. ¡Así fue!

Pablo Arredondo participó en 50 combates y sufrió 10 heridas de guerra. Fue condecorado dos veces con la máxima distinción militar: la Cruz Laureada de San Fernando, un hecho absolutamente excepcional.

El 24 de Junio de 1921, durante el ataque a la posición de Ait-Salah, es derribado de tres balazos. Desde el suelo, ordena a sus hombres que no le recojan y que continúen el asalto. A causa de estas gravísimas heridas, estuvo tres años de baja en Madrid y quedó impedido de una pierna. Consiguió disimular ante los tribunales médicos su verdadero estado (les engañó) y, con un terrible artefacto ortopédico que lo torturaba, consiguió reincorporarse al servicio activo en 1924.

Sería su último año: murió en combate en Xauen (Marruecos) al frente de su compañía, que fue totalmente exterminada, el 19 de Noviembre de 1924, protegiendo la evacuación de una columna con heridos.

Si el valor de este hombre es extraordinario, su caballerosidad y bondad, también lo son. Un ejemplo: en junio de 1913 (con solo 23 años) a pesar de estar gravísimamente herido, siguió dirigiendo el combate al frente de sus hombres en Laucien (Marruecos) rechazando varios asaltos a la bayoneta. A pesar de estar literalmente muriéndose, no abandonó a un compañero herido al que salvó cargándolo sobre su espalda. Antes de ser operado a vida o muerte (entonces no existían los antibióticos y perdió un riñón) escribió a su hermano: “tranquiliza a mamá y que no sufra. PESE A QUE SOLO HE CUMPLIDO CON MI DEBER, me proponen para la Cruz Laureada”.

Años después, presintiendo su cercana muerte (fue a los tres meses) otorgó testamento en Tetuán. Estremece esta frase: “lego a mi ahijado Pablo, la Cruz Laureada que lleve en mi uniforme al morir. Encargo a mis hermanos Juan y Luis, que lean una breve reseña de mi vida a sus hijos, PARA QUE AMEN ESPAÑA como yo lo hice”.

Su cuerpo nunca fue encontrado.

¡HONOR A SU MEMORIA!

Aquellos héroes de Cuba… Rama y Cancela.

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Fuente: www.elretohistorico.com
El 4 de mayo de 1895, zarpa el vapor “Santo Domingo” desde el puerto de Ferrol con dirección a Cuba. Lleva a bordo al 2º Batallón del 2º Reg. de Infantería de Marina, con sede en el Cuartel de Nuestra Señora de los Dolores (también en Ferrol). Forman parte de esa compañía los infantes de marina: José Rama Varela y Antonio Cancela Rodríguez.

Rama (1874) era natural de Laracha, “una placa, desgastada por los años”, así se afirma sobre la pared de una casa abandonada de este municipio coruñés. Cancela habría nacido el 23 de febrero de 1873 en el número 10 del lugar de Erbilleira-Verdes, al norte de la parroquia de Coristanco (A Coruña).

Rama y Cancela era una de las parejas de soldados que, tras la llegada del “Segundo de Marina“, se distribuyeron en la zona de Holguín a fin de controlar los 40 kilómetros de la vía férrea que unía esta localidad con el puerto de Gíbara.

Un 5 de junio de 1895, casi 2.000 insurgentes cubanos (mambises), al mando de Antonio Maceo y Jesús Rabí, avanzaron sobre la zona tratando de cortar las comunicaciones ferroviarias y telegráficas entre las dos poblaciones. Acababan de atacar la población de Santa Lucía, la cual conquistaron sin problemas para la Cuba Independiente.

A la altura del lugar conocido como “Piedra-Picada” toparon los mambises con una patrulla de vigilancia formada por unos 15 hombres, de los cuales 13 eran soldados, 1 sargento y 1 cabo. La patrulla, al verse sorprendida por tanta superioridad, se batió en retirada hacia el puesto de guardia, ubicado en el puente sobre el arroyo de Aguas Claras. En este puesto de guardia estaban Rama y Cancela.

Tratando de alcanzar la posición, tres de los infantes de la patrulla cayeron, siendo rematados en el suelo a machetazos. Eran Ignacio Carril, Fidel Fial y el más afortunado soldado de aquella jornada, el soldado Jerónimo Blanco Incógnito, que, a pesar de haber sufrido unas heridas brutales, fue encontrado con vida horas más tarde, con la masa encefálica al aire, pero aún con vida. Los tres fueron dados por muertos por los rebeldes, cuyo objetivo principal era hacerse con el ferrocarril.

Desde su posición, los gallegos Rama y Cancela vieron los millares de soldados enemigos que se acercaban, pero en vez de huir, montaron sus fusiles. El general Maceo no se esperaba esa resistencia, sabía que no eran muchos, pero les estaban retrasando.

Maceo solicitó a los españoles que se rindieran a cambio de perdonarles la vida, pero los soldados, haciendo caso omiso, no dejaron de hacer fuego manteniendo a raya al contingente enemigo. Resistieron, según se cree, más de una hora, dando tiempo a la plaza militar para organizar una contraofensiva, que, de no haber tenido ese plazo, no habrían podido preparar. Cuando los refuerzos llegaron, encontraron a Rama y Cancela muertos acribillados por machetazos y decenas de heridas de bala.

Los cuerpos estaban en el puesto de centinela, no se habían movido de allí. A su alrededor, 8 cadáveres enemigos —alguno muerto a bayonetazos— y una impresionante cantidad de vainas de munición que daba fe de la gesta que llevaron a cabo.

Defendieron su puesto con fuego… y bayoneta. El soldado Blanco, que permaneció herido e inmóvil en el suelo, pudo contar mucho de lo sucedido. El general Ramón Echagüe, al construirse en 1895 el nuevo fuerte en el poblado de Holguín decidió bautizarlo como Fuerte “Rama-Cancela”.

Hoy, España, egoísta y confusa, desmemoriada de su historia y de sus gestas, los ha olvidado y, así, viven su segunda muerte, que es el olvido, junto con tantos otros que perdieron la vida en aquellas guerras. Pero los que fueron nuestros enemigos, admirados por su valor, a imagen y semejanza de la dedicatoria eterna a los héroes espartanos de las Termópilas, colocaron una placa en el lugar de la muerte de los héroes que dice así:

Viajero cristiano, ¡detente y descúbrete! La tierra que pisas es sagrada, en nombre del real Cuerpo de infantería de marina.

Y, aún ahora, las locomotoras del tren, al pasar por el lugar, pitan en recuerdo de aquella gesta.

Rodolfo Carpintier Valverde

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Fuente: Real Academia de la Historia

Carpintier Valverde, Rodolfo. Madrid, 7.III.1886 – Marruecos, 22.XI.1915. Militar, caballero laureado de San Fernando.

Fueron sus padres el teniente coronel de Infante­ría Antonio Carpintier Zabarra y Magdalena Val­verde Prior. Ingresó en 1903 como soldado volun­tario en el Regimiento de Melilla y obtuvo plaza de cadete en la Academia de Infantería tres años más tarde.

Terminados sus estudios, en 1909 fue promovido a segundo teniente y destinado al Regimiento de To­ledo y meses después al de África, con el que pasó a Marruecos y tomó parte en numerosas operaciones: ocupación del Zoco el Jemis, combates de Ihadunem, operaciones del Kert y otras muchas. Fue recompen­sado su valeroso comportamiento con una Cruz al Mérito Militar con distintivo rojo.

Tras haber conseguido el ascenso a teniente por an­tigüedad, el 12 de septiembre de 1911 cayó grave­mente herido mientras defendía la posición de Isha­fen, pero continuó al frente de su tropa, animándola e infundiéndole valor y decisión para desalojar de los barrancos a un enemigo considerable en número, al que se enfrentó en lucha cuerpo a cuerpo. Su heroico comportamiento mereció el ascenso a capitán por méritos de guerra y que, por Real Orden de 28 de junio de 1913, se le concediese la Cruz Laureada de San Fernando.

Una vez recuperado de las heridas de bala recibi­das en muslo, ingle y palma de la mano, en 1912 fue destinado de nuevo a Marruecos con el batallón de Cazadores de Cataluña y tomó parte en los combates del Zoco de Beni bu Tahi y en la ocupación de los Tumiats y Sammar, acciones por las que ganó otra Cruz al Mérito Militar.

Al año siguiente pasó destinado al Regimiento de San Fernando, con el que también combatió en la zona de Melilla y ganó una tercera Cruz al Mérito Militar.

En 1915 consiguió ser destinado al Grupo de Fuer­zas Regulares Indígenas de Larache, en cuyas filas consiguió una nueva Cruz al Mérito Militar. Conti­nuó en campaña, dando pruebas de su valor en cuan­tas acciones intervino, hasta morir en acción de gue­rra en Arcila.

Estuvo casado con Ana María Martínez Trevijano.