El 4 de mayo de 1895, zarpa el vapor “Santo Domingo” desde el puerto de Ferrol con dirección a Cuba. Lleva a bordo al 2º
Batallón del 2º Reg. de Infantería de Marina, con sede en el Cuartel de Nuestra Señora de los Dolores (también en Ferrol). Forman parte de esa compañía los infantes de marina: José Rama Varela y Antonio Cancela Rodríguez.
Rama (1874) era natural de Laracha, “una placa, desgastada por los años”, así se afirma sobre la pared de una casa abandonada de este municipio coruñés. Cancela habría nacido el 23 de febrero de 1873
en el número 10 del lugar de Erbilleira-Verdes, al norte de la parroquia de
Coristanco (A Coruña).
Rama y Cancela era una de las parejas de soldados que, tras la llegada del “Segundo de Marina“, se distribuyeron en la
zona de Holguín a fin de controlar los 40 kilómetros de la vía férrea que unía
esta localidad con el puerto de Gíbara.
Un 5 de junio de 1895, casi 2.000 insurgentes
cubanos (mambises), al mando de Antonio Maceo y Jesús Rabí, avanzaron sobre la
zona tratando de cortar las comunicaciones ferroviarias y telegráficas entre
las dos poblaciones. Acababan de atacar la población de Santa Lucía, la cual
conquistaron sin problemas para la Cuba Independiente.
A la altura del lugar conocido como
“Piedra-Picada” toparon los mambises con una patrulla de vigilancia formada por
unos 15 hombres, de los cuales 13 eran soldados, 1 sargento y 1 cabo. La
patrulla, al verse sorprendida por tanta superioridad, se batió en retirada
hacia el puesto de guardia, ubicado en el puente sobre el arroyo de Aguas
Claras. En este puesto de guardia estaban Rama y Cancela.
Tratando de alcanzar la posición, tres de los
infantes de la patrulla cayeron, siendo rematados en el suelo a machetazos.
Eran Ignacio Carril, Fidel Fial y el más afortunado soldado de aquella jornada,
el soldado Jerónimo Blanco Incógnito, que, a pesar de haber sufrido unas
heridas brutales, fue encontrado con vida horas más tarde, con la masa
encefálica al aire, pero aún con vida. Los tres fueron dados por muertos por
los rebeldes, cuyo objetivo principal era hacerse con el ferrocarril.
Desde su posición, los gallegos Rama y Cancela vieron
los millares de soldados enemigos que se acercaban, pero en vez de huir,
montaron sus fusiles. El general Maceo no se esperaba esa resistencia, sabía
que no eran muchos, pero les estaban retrasando.
Maceo solicitó a los españoles que se rindieran
a cambio de perdonarles la vida, pero los soldados, haciendo caso omiso, no
dejaron de hacer fuego manteniendo a raya al contingente enemigo. Resistieron,
según se cree, más de una hora, dando tiempo a la plaza militar para organizar
una contraofensiva, que, de no haber tenido ese plazo, no habrían podido preparar.
Cuando los refuerzos llegaron, encontraron a Rama y Cancela muertos acribillados
por machetazos y decenas de heridas de bala.
Los cuerpos estaban en el puesto de centinela,
no se habían movido de allí. A su alrededor, 8 cadáveres enemigos —alguno muerto
a bayonetazos— y una impresionante cantidad de vainas de munición que daba fe
de la gesta que llevaron a cabo.
Defendieron su puesto con fuego… y bayoneta. El
soldado Blanco, que permaneció herido e inmóvil en el suelo, pudo contar mucho
de lo sucedido. El general Ramón Echagüe, al construirse en 1895 el nuevo
fuerte en el poblado de Holguín decidió bautizarlo como Fuerte “Rama-Cancela”.
Hoy, España, egoísta y confusa, desmemoriada de
su historia y de sus gestas, los ha olvidado y, así, viven su segunda muerte, que
es el olvido, junto con tantos otros que perdieron la vida en aquellas guerras.
Pero los que fueron nuestros enemigos, admirados por su valor, a imagen y
semejanza de la dedicatoria eterna a los héroes espartanos de las Termópilas,
colocaron una placa en el lugar de la muerte de los héroes que dice así:
Viajero cristiano, ¡detente y descúbrete! La
tierra que pisas es sagrada, en nombre del real Cuerpo de infantería de marina.
Y, aún ahora, las locomotoras del tren, al pasar por el
lugar, pitan en recuerdo de aquella gesta.